viernes, 22 de mayo de 2009

Concejales de Madrid imputados

En los alrededores de la avenida de Portugal no se puede dormir. De día y de noche, según un informe de la Guardia Civil que consta en las diligencias del caso, el ruido de los coches supera con creces, en más de 20, el tope de 60 decibelios que la ley considera tolerable. En los cuatro colegios que hay en ese tramo de la carretera de Extremadura, los alumnos tampoco pueden concentrarse. Incluso con las ventanas cerradas, se oyen los motores y pitidos de los coches, según la queja repetida de los padres.

Una juez imputó en 2007 a tres concejales del Ayuntamiento de Madrid -la edil de Medio Ambiente, Paz González; el de Seguridad, Pedro Calvo, y la de Urbanismo, Pilar Martínez- por un delito de contaminación acústica y atmosférica. Están encausados por no impedir el calvario de cerca de 8.000 vecinos de la avenida de Portugal, que desde hace 30 años soportan más de 80 decibelios de ruido -60 es el nivel máximo tolerable, según la ley- y los humos de los 150.000 coches que pasan cada día justo frente a sus casas. Leer más en

(Fuente El Pais)

domingo, 10 de mayo de 2009

Womad 2009, ese derroche de incumplimientos



El sábado bajé a la Plaza. Ya cuando entré por Pintores el hedor era insoportable, una mezcla de olor a orín, desinfectante, vinacho, "maría", y todo ello aderezado con los distintos aromas que despiden los cuerpos embadurnados de colonias, desodorantes y diferentes ungüentos. La solución, si no quieres sufrir por tan nauseabundo y viciado aire, es sencilla: te marchas y ya está.

No lo hice. Tenía la curiosidad de comprobar in situ lo que dicen de los maravillosos conciertos ofrecidos por el evento denominado Womad, y me adentré en esa jungla, esquivando borrachines, borrachos y borrachuzos, tambaleantes, con enormes vasos en las manos, garrafas de plástico y botellas, ambas con la parte superior cortada ¿?. Ya en el acceso a la Plaza percibí el zumbido y la onda expansiva de los potentes aparatos de amplificación situados en el escenario. No podía hablar con los que me encontraba en un tono normal y tuve que gritar para hacerme entender. Comprobé con mis ojos, nariz y oídos lo que es el Womad en esta ciudad: incumplimiento de la Ley de Convivencia y Ocio de Extremadura, suciedad, mal olor, e insufrible contaminación acústica, con incumplimiento de la normativa sobre medio ambiente. Adopté, al no desear seguir sufriendo tal presión acústica sobre los oídos y el pecho, la misma solución: largarme del lugar.

Lo mismo que hice hace años con respecto a la Feria. No volver por allí. Pero hay una diferencia. A la Feria, mejor dicho al recinto ferial, si quieres vas y si no no vas, en ejercicio de la libertad que debe presidir cualquier sociedad moderna y democrática. Pero ¿qué sucede cuando este tipo de eventos se realizan en zonas residenciales? Muy sencillo, que se está obligando a los residentes a presenciar o sufrir una actividad, quieran o no, sin poder ejercer esa sagrada y constitucional libertad.

Y más grave aún, esa falta de ejercicio de la Autoridad Estatal, Local o Autonómica para proteger el libre ejercicio de las libertades por parte de algunos ciudadanos, que se ven obligados a soportar una terrible contaminación acústica, ya no sólo en la Plaza y aledaños, sino que se extiende con estos eventos a diferentes zonas residenciales de la ciudad, ordinariamente ya castigadas por esta lacra delictiva durante el resto del año, transgrede lo dispuesto en el art. 9.2 de la Constitución: "Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas"

En el ejercicio de esa libertad, que los residentes de la Plaza y alrededores no pudieron ejercer, yo me vine para mi barrio, pero he aquí que esa libertad sólo me llevó a poder mover mis piernas en huida apresurada hasta mi domicilio, pues llegado al mismo pude comprobar la imposibilidad de poder dedicar mi ocio a descansar y dormir en el sagrado recinto de mi hogar. Sobre las 3'30 de la madrugada el bullicio, chillidos o voces de "cabreros", música de los locales llamados de copas, bocinas de coches, motos sin silenciador, etc. etc. me lo impidieron. Ni siquiera me decidí por llamar a los "Agentes de la Autoridad", pues los contaminados acústicamente ya sabemos cual es su respuesta: NINGUNA. Siguiendo las directrices de sus jefes políticos no intervienen. Al parecer el derecho, durante el tiempo de ocio, al recreo, a dar voces o a beneficiarse crematísticamente del ruido en locales, de forma ilegal, prevalece ante el derecho, durante el tiempo de ocio, al descanso y a dormir.

Por eso, a pesar de lo repugnante que siempre me resulta visitar por las noches la Plaza de Albatros, decidí echar un vistazo. Lo que vi no es para describirlo. Intenté grabar con mi móvil, apoyado en las escaleras que acceden a la Plaza desde Doctor Fleming, pero hube de desistir, pues, incluso, un individuo borrachuzo llegó a salpicarme con su orín cuando a mi espalda procedía a aliviar su vejiga en la misma escalera y mientras una multitud de beodos meones subían y bajaban por las escaleras. Desde el local llamado Ivanhoo o algo parecido salía un ruido espantoso que retumbaba de una forma infernal. Era constante y seguido el sonar de botellas y vasos al estrellarse contra el suelo o paredes. El olor inimaginable a orín, mezclado con un hedor espantoso a alcohol, era insoportable. Pensé en mis hijos de corta edad, y me angustié. Comprendí también la angustia de los residentes en estas viviendas cuando me plantean sus quejas.

Me desplacé hasta el centro de la Plaza de Albatros, frente a un negocio denominado Barroco. El ruido que salía del interior era tan fuerte que sobresalía sobre el ambiental de la Plaza, que ya era ensordecedor. Se unió a mí un buen amigo, que regenta un local de copas, él ya había cerrado, pues a pesar de que, según me dijo, la Autoridad Competente, había autorizado horario LIBRE, (contraviniendo la normativa, claro), no le pareció oportuno permanecer más tiempo de las tres de la madrugada. Ambos quedamos perplejos cuando un individuo, de 25 a 30 años, arrojó el vaso que tenía en la mano contra la cabina telefónica junto a la que nos encontrábamos. Sobre las 6 horas regresé a mi domicilio. Asqueado, sinceramente preocupado por el porvenir de nuestros hijos y el futuro de nuestra sociedad. No pude dormir, pues a pesar de que el bar-discoteca que tengo bajo mi vivienda ya había cerrado, las voces, gritos desgarradores y el tan, tan de unos timbales, no me lo permitieron. Me tomé un café, me fumé un cigarro, ya que después de haber dejado esa absurda costumbre durante tres años, el estado de nervios, desasosiego y crispación, me han vuelto a hacer caer. Observé a mis pequeños, que de vez en cuando se revolvían en su cama y hablaban alguna cosa ininteligible, debido a su alterado sueño.

Me dio pena, me dio rabia; me produjo tristeza, indignación, y una repulsiva sensación hacia los que nos gobiernan con total desprecio de Leyes, Decretos, Bandos y Ordenanzas. Pero también llegué al convencimiento de que tanto desprecio y despotismo por parte del tiránico poder que nos malgobierna, merece una respuesta contundente, una lucha decidida, y en el convencimiento de que la razón nos asiste, una insumisión y rebeldía manifiesta contra un injusto y falso Estado de Derecho.


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sábado, 9 de mayo de 2009

Otra vez el Womad en Cáceres


Womad 2009. La voz de la calle.

"Somos libres, la calle es nuestra"

Se oyen los timbales desde la calle Pintores. Son Jorge, Eduardo, Virginio y David, que han...

Todo esto sucede en el casco histórico de la ciudad de Cáceres. En ese recinto monumental que la UNESCO declaró hace años "Patrimonio de la Humanidad". De la calle se ha apoderado el ruido, la fanfarria, la feria carnavalesca, el Womad, que "el Emperador" local de turno (en este caso Emperatriz) organiza anualmente para gozo y regocijo de sus súbditos, haciéndoles olvidar sus miserias y preocupaciones, al mejor estilo de la época romana...y para dar la puntilla al torturado ciudadano que reside en la ciudad más contaminada acústicamente de España (y de Europa). El titular de la noticia lo dice todo. Extraño concepto de libertad, o más bien amañado por el "poder imperial".

No nos cabe la menor duda sobre nuestra ascendencia romana, por eso del circo. También porque ya en la época del Imperio, según los cronistas, incluso algún Cesar se quejaba del excesivo ruido de la ciudad de Roma, hasta el punto de que le impedía el descanso.

Sólo me consuela que esa misma descendencia haya impregnado del concepto del derecho romano a nuestros Jueces, y nos sirva para que algún día, a requerimiento del ciudadano maltratado, sepan poner orden en este enjambre ruidoso, y hagan ver al despótico poder político que no se puede alegremente y por norma vulnerar los derechos constitucionales en materia de medio ambiente.

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jueves, 7 de mayo de 2009

Para ser una ciudad cultural del ruido, mejor no ser nada.


Los Gozos y las Sombras de De Bieito Rubido



Sombra: Puedo entender casi todos los placeres, menos el de producir ruido. El pasado miércoles, hace una semana, se celebraba el Día Mundial contra el ruido y Luis del Olmo entrevistó en su programa Protagonistas a Ignacio Cosculluela, que hizo una defensa del silencio y un duro ataque a las autoridades que permitían que España fuese una potencia mundial en hacer ruido. Tenía toda la razón el señor Cosculluela. Tanto es así que la centralita de Punto Radio, en Madrid y Barcelona, se colapsó con llamadas a favor de Cosculluela y denunciando cientos de casos de agresiones de este tipo. Lo que demuestra hasta que punto hay contaminación sonora. Incluso en las noches de los hospitales. En este país nuestro alguien tiene que decir que hacer ruido es una agresión más y que reeducarnos en el valor del silencio nos convertiría en una sociedad mejor.

La experiencia enseña que el silencio es una disciplina del espíritu. Su práctica evita las exageraciones y las manipulaciones. El sonoro silencio nos deja escuchar otros sonidos. Es cierto, no obstante, que en una sociedad tan mediática como la nuestra el silencio no es rentable. Que si tú callas, otros darán tu versión y no será cierta. Que la palabra sigue siendo una de las herramientas más poderosas del ser humano. Que la grandeza del creador fue ponerle nombres a las cosas y que sin palabras no podríamos ni siquiera escribir esta pequeña alabanza del ser callado.

En actitud de silencio, decía Gandhi, el alma encuentra su camino. En las insomnes horas de la noche de los hospitales, en el botellón eterno del fin de semana, en los ruidos de las calles, en los gritos de los bares, en el feo discutir de los hombres, se oculta, como alcachofa, tras sus múltiples capas, el pecado de nuestro tiempo: hablamos tanto que no escuchamos a los que callan, a los que no tienen voz, a los que no se dejan oír. En el mundo actual son muchos los que hablan y el resto vive en una permanente sordera. Tal vez por eso nos sentimos tan solos en la era de la comunicación. Los sonidos de la vida están ocultos, mientras dejamos que lo artificial vaya ganando la batalla del ruido.

Fuente: Blogs ABC.es 06.05.09