Concierto ilegal en uno de los bares situado en los bajos de las viviendas
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Intentábamos grabar una entrevista para la Televisión de Extremadura en un portal de uno de los bloques más castigados por la contaminación acústica. En él hay cuatro locales de ruido y otro expendedor de bebidas y comidas abierto las veinticuatro horas, y cuya fachada posterior da a la Plaza de Albatros. No dejaban de entrar y salir vecinos. Preguntaban de qué se trataba. Al decirles el motivo la desolación se evidenciaba en sus caras.
Marina debe andar por los ..., buena presencia, educada y amable con todos sus vecinos. Dedicó una larga vida a los demás desde su puesto de enfermera. Ahora se supone que debe disfrutar de un merecido descanso. Pues no es cierto.
- Ya cuando llega el jueves –dice – me pongo a temblar. Simplemente pensar en lo que me espera desde ese día al domingo es que tiemblo.
En su mismo bloque vive Teresa. Algo más mayor que Marina, viuda y aspecto digno. Vive encima del chunda chunda más espantoso del barrio. Su tantán se escucha de manera infernal e insoportable desde su decimo piso. Nos dice:
- Mi marido ya se murió y con la desesperación de no poder hacer nada. Mis enfermedades se ven agravadas con esta insoportable situación. ¡Es terrible!.
- Pues imagínese en mi casa – nos confesaba la pobre Encarna, vecina del primer piso – incluso un día que vinieron unos señores a medir el ruido, me dijeron: ¿cómo puede usted aguantar esto, señora?. Es insoportable, y así noche tras noche.
A veces pienso que los vecinos de este barrio son todos descendientes del Santo Job, pues no creo que alguien les gane a paciencia. El portero del edificio, se desespera, pero ya no habla del tema.
- No se puede hacer nada – dice – ya llevamos así treinta años, yo llamo muchas veces a la Policía pero ya ni vienen. Algunas veces me preguntan ¿pero dónde es el ruido? ¿en un piso? Y cuando les digo que es en el bar que tengo debajo o encima de casa me dicen que no pueden hacer nada.
Convencido está de que es cierto, que no se puede hacer nada - al menos eso me dice – Pero por dentro está pensando que algo se podrá hacer, sobre todo desde que se oye por ahí que tenemos que unirnos y defender nuestros derechos. Me doy cuenta que aunque la desesperación es muy grande en los residentes de la Madrila-Peña del Cura, en cuanto ven un poco de esperanza, reaccionan y están dispuestos a contarte sus quejas desgarradoras.
- Llevo años y años tomando pastillas y aún así es una auténtica tortura el estar sometida a este ruido. Ya pienso que me moriré sin ver solucionado el problema. – Me confiesa con enorme tristeza Teresa –
Y es que es muy triste que un "inventado" derecho a hacer ruido. prevalezca sobre un derecho al descanso y a la intimidad de tu hogar. Peor aún y más triste, que esto suceda ante la pasividad de las llamadas Autoridades competentes. Y no lo decimos nosotros, lo dice el Defensor del Pueblo: "No existe el derecho a hacer ruido, sí existe el derecho a no soportar el ruido"
- Ya cuando llega el jueves –dice – me pongo a temblar. Simplemente pensar en lo que me espera desde ese día al domingo es que tiemblo.
En su mismo bloque vive Teresa. Algo más mayor que Marina, viuda y aspecto digno. Vive encima del chunda chunda más espantoso del barrio. Su tantán se escucha de manera infernal e insoportable desde su decimo piso. Nos dice:
- Mi marido ya se murió y con la desesperación de no poder hacer nada. Mis enfermedades se ven agravadas con esta insoportable situación. ¡Es terrible!.
- Pues imagínese en mi casa – nos confesaba la pobre Encarna, vecina del primer piso – incluso un día que vinieron unos señores a medir el ruido, me dijeron: ¿cómo puede usted aguantar esto, señora?. Es insoportable, y así noche tras noche.
A veces pienso que los vecinos de este barrio son todos descendientes del Santo Job, pues no creo que alguien les gane a paciencia. El portero del edificio, se desespera, pero ya no habla del tema.
- No se puede hacer nada – dice – ya llevamos así treinta años, yo llamo muchas veces a la Policía pero ya ni vienen. Algunas veces me preguntan ¿pero dónde es el ruido? ¿en un piso? Y cuando les digo que es en el bar que tengo debajo o encima de casa me dicen que no pueden hacer nada.
Convencido está de que es cierto, que no se puede hacer nada - al menos eso me dice – Pero por dentro está pensando que algo se podrá hacer, sobre todo desde que se oye por ahí que tenemos que unirnos y defender nuestros derechos. Me doy cuenta que aunque la desesperación es muy grande en los residentes de la Madrila-Peña del Cura, en cuanto ven un poco de esperanza, reaccionan y están dispuestos a contarte sus quejas desgarradoras.
- Llevo años y años tomando pastillas y aún así es una auténtica tortura el estar sometida a este ruido. Ya pienso que me moriré sin ver solucionado el problema. – Me confiesa con enorme tristeza Teresa –
Y es que es muy triste que un "inventado" derecho a hacer ruido. prevalezca sobre un derecho al descanso y a la intimidad de tu hogar. Peor aún y más triste, que esto suceda ante la pasividad de las llamadas Autoridades competentes. Y no lo decimos nosotros, lo dice el Defensor del Pueblo: "No existe el derecho a hacer ruido, sí existe el derecho a no soportar el ruido"
Antonio Durán
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